sábado, 3 de noviembre de 2012

LA VENTANA DE LA CORONACIÓN

Parece ser que cuando Fernando III ordenó construir en aquellas huertas el que fuera Real Convento de Dominicos de San Pablo de Córdoba, todo se trazó en torno a una ventana. Pudiera ser que, aquellos maestros levantaran ese muro y abrieran esa ventana con la misma precisión que los artífices egipcios orientaban sus templos para que, en el día del orto y el ocaso del solsticio de verano, un rayo de luz entrase hasta el interior del templo iluminando por única vez en todo un año el eje profundo de su santuario.
Aquí no se celebra solsticio alguno, aquí, hoy, se conmemora la Coronación de la Virgen del Rosario. Cada 31 de octubre, a las 12:15 de la mañana, justo a esa hora, justo cuando la Virgen está terminada para su besamanos, justo cuando el carillón termina de tocar el Regina Coeli, un rayo de luz entra directamente desde el cielo por la ventana más oriental de las tres que coronan la Capilla de la Hermandad de la Expiración y va directo a la bendita sien de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos. Un fogonazo de luz que parece haber pintado desde Fray Angelico, hasta Pedro de Córdoba, desde Rafael hasta Murillo, en sus Anunciaciones.
Eres más pura que el Sol, y más Hermosa que las perlas que ocultan los mares... se puede leer como en una filacteria renacentista, sobre ese rayo que tarda pocos instantes en escurrirse por el manto negro bordado, el de los marfiles y las sedas.... Y es entonces cuando vuelve Madre Sagrado Corazón a golpear las cuentas de su Rosario sobre el manto, y es entonces cuando en ese rayo de luz llega Monseñor Cirarda para volverla a bendecir cada año; y vuelve vestido de blanco obispo, Infantes Florido, a reafirmar su Coronación, y por si alguien aún la sigue poniendo en duda, Don Felipe Tejederas vuelve a leer el Decreto de la Coronación desde el púlpito barroco de Duque Cornejo, y su eco llega por esa ventana, en ese rayo de luz. Y llegan los cantos del amanecer de aquellos Rosarios de la Aurora por los conventos, y vuelven las monjitas a cantarle y resuenan las voces de aquel Fray Ricardo de su ciudad que la proclamaban Reina desde las escalinatas de Capuchinos.
No lo anuncian las convocatorias de Cultos en los canceles de las Iglesias, ni se forman colas en el compás esperando ese día, esa hora. Es un Besamanos que Ella convoca solo para los que ya no están y tanto tuvieron que ver en Ella y por Ella. El resto tendremos que esperar a verla a la caída de la tarde, y en el día de Todos los Santos. Y este año volverá a estar tal y como estuvo hace veinte años, en la capilla barroca que lleva su nombre, con todo el esplendor de una Reina en su palacio de jaspes de colores, y con toda la modestia y sencillez de una madre que recibe en su salita.

 Rafael Cuevas Mata


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