martes, 5 de marzo de 2013

Lo que el Corazón dicta


Nace Jesús y vienen los Reyes Magos repartiendo regalos y sobretodo ilusión a los más pequeños de la casa, la Navidad ha hecho eco en las familias llenándolas una vez más de solidaridad y comienza un nuevo año en el que todos deseamos que por lo menos no empeore y que sigamos viviendo felices y pedimos que si no tenemos trabajo que Dios nos regale una oportunidad porque la vida laboral está complicada.
Es ocho de enero y hay que volver a la rutina de todos los días, cada persona haciendo lo que no deja de hacer excepto en vacaciones y las familias deseando que llegue fin de mes para cobrar un sueldo que bien que cuesta la cuesta de enero… por eso la llamarán de esa forma.
Pues bien, para los cofrades comienza una etapa mágica, comienza el sprint final para llegar a nuestra meta de todos los años, la Semana Santa. Todos señalamos en el calendario que día es miércoles de ceniza porque ese día marca la senda de la Semana Mayor, es la referencia de porqué celebramos la Semana Santa, es la época de preparación para nuestra Estación de Penitencia. Mientras llega esa fecha, los cofrades ya soñamos con nuestra Semana Santa, nos imaginamos que estamos sumergidos ya en ella, que tenemos a nuestros Titulares delante y que estamos por las calles manifestando nuestra fe; los costaleros, tras un año de mono de costal, tenemos preparado nuestro costal, nuestra faja y nuestras zapatillas para ir a ensayar cuando el capataz lo mande porque tenemos ganas de partir la trabajadera en dos y estar con nuestros hermanos costaleros otro año más; la Junta de Gobierno prepara el diseño del altar de cultos, planifica las fechas de montajes y limpiezas; los capillitas andamos de Iglesia a Iglesia como si andamos de aquí a Sevilla porque no nos cansamos ya que deseamos abrir el pórtico y encontrarnos una nube de incienso que esconde a los Titulares de cada Hermandad,…
Antes de comenzar la Cuaresma, llega nuestro Solemne Quinario, “no he visto unos cultos tan espectaculares como este año”, suelo pensar cada año, al ver a Cristo crucificado expirando en el Altar de San Pablo con su Madre del Silencio mirando desde el suelo como si viese a su Hijo ya en el Cielo. Es un trabajo que no vemos los Hermanos pero ya os digo que para montar unos cultos hay que trabajar y sobretodo disfrutar trabajando y disfrutar de las personas que tienes alrededor que de ellos hay que aprender para que nosotros escribamos el futuro de la hermandad, sabiendo que lo que se hace es para adorar a Cristo que nos salvó.
Cuando llega el Miércoles de Ceniza, nuestro corazón siente algo inexplicable totalmente distinto a cualquier día del año, nos convertimos en polvo para renovar la creencia en el Evangelio y estar durante cuarenta días preparándonos para nuestra Estación de Penitencia. Estos días son convivencia en la Hermandad, fechas de reparto de papeletas de sitio, “¿me quedará la túnica bien este año?”, “Le voy a decir este año al Diputado que a ver si me pone más pegado al Cristo”, “¿Hay algún incensario libre este año?”, todo esto son frases típicas que  decimos y escuchamos entre los cofrades y que forma parte de nuestro vocabulario cofrade.
Cuando apenas faltan dos semanas para Semana Santa, nuestra sede canónica se prepara para lo más solemne que se puede celebrar en esta ciudad, nuestro Vía Crucis con el Santísimo Cristo de la Expiración. Las naves de San Pablo se visten de negro para que la luz de los cirios tinieblas y el humo de los altares llamado incienso iluminen y consagren a Cristo en sus Sagrados Misterios. Suena la campana, el pertiguero llama la atención de los acólitos y estos con su antorcha plateada señalando al cielo guían a Jesús que expira bajo la mirada de su Madre del Rosario que está desde su palio esperando el Viernes Santo.
Llega el Viernes Santo, y voy a San Pablo con mi túnica nazarena por el camino más corto y sin hablar, pues la Estación de Penitencia comienza cuando se sale de la casa, llego a San Pablo y veo los dos pasos empotrados enfrente de la puerta principal de San Pablo y veo la luz del sol que entra por el rosetón iluminando a nuestros Titulares como si bajase Dios pidiendo ¡“Sal a la calle, que Córdoba te espera!”. Los costaleros se fajan y se ponen el costal reunidos en el Salón de los Padres Claretianos, vistiéndose como si fuesen toreros que ven la Puerta de los Califas antes que el toro, y concentrándose bajo un murmullo de intriga y ganas de ser los pies de Cristo y de Nuestra Señora del Rosario. Durante la Estación de Penitencia, cada uno vive su Penitencia, en su más íntimo corazón, en la mente de cada uno solo reside silencio y el rezo espiritual junto con el Rosario que nos acompaña de la mano… Somos el silencio de Córdoba…Expirando en tu Rosario.

Juan Moreno Guerra

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