domingo, 6 de octubre de 2013

A SU CUADRILLA por Ángel Carrero

A SU CUADRILLA

Córdoba, Octubre de 2.013.

Con Cariño y admiración a todos vosotros.

Córdoba, Iglesia de San Pablo, 14 de Septiembre de 2.013 a las 19:04. “Pararse ahí, abajo con ÉL. Señores, os pido por favor que recéis por los que vamos por fuera para que os dirijamos con las palabras justas y necesarias, nosotros le pediremos porque tengáis una buena Estación de Penitencia y nadie se haga daño. Vámonos para la calle”. Me retiré del costero izquierdo y levanté la mirada hacía el Compás con el paso dispuesto para hacer la maniobra de salida, cuando vi un mar de gente sedienta que se agolpaba en la puerta de San Pablo esperando beber esa agua Bendita de la Fe, algo que hacía demasiado tiempo que no sucedía. En ese momento, retumbaron en mi cabeza unas palabras que me dijo un buen amigo, con el aroma a Eternidad que desprendía el altar de Nuestra Señora del Rosario como testigo “No veo el momento de ver como se abren las puertas de San Pablo y ver a Córdoba esperándolo”.  Y qué razón tenías…

Días atrás, Córdoba se iba vistiendo con sus mejores galas. Entre los cristianos notábamos esa sensación de felicidad plena porque algo dentro de nosotros nos hacía sentir que se estaba fraguando algo grande. Los hoteles y restaurantes desafiaban a las predicciones meteorológicas reforzando sus plantillas para atender una demanda nunca vista, más de 80 medios de comunicación acreditados se hacían eco de este acontecimiento único, la demanda de sillas del Recorrido Oficial se disparaba hasta colgar el cartel de “Entradas agotadas”, multitud de turistas iban tomando la ciudad con sus maletas….Los espectadores del 14S iban tomando forma.

Mientras todo eso ocurría en la calle, dentro de los templos la actividad crecía silenciosa, ajena a todo. El viernes por la tarde, las 18 maravillas sacadas de las gubias del arte se disponían en sus respectivos altares, esperando pacientes a reunirse con la Reina que da Vida en un lugar único e incomparable. A media tarde, los templos se abrieron y un río de gente inundaba todo aquello por donde pasaba, desde la otra orilla del río al Zumbacón, parando donde vive la Reina Madre de Dios y Madre de Todos Nosotros.

Y por fin, llegó. 

A la misma hora en el que el arte toma forma de capote y espada, los costaleros del Señor cogían vestidos de Fe, cogían su costal para dirigirse al Ayuntamiento. El cuerpo de capataces, tras un viaje convertido ya en ritual (aunque con ligeros cambios en el recorrido por aquello del “Por si acaso”), llegamos a San Pablo deseando ver a nuestra gente. Aquella gente que me entregó todo desde el primer día, aquella gente que desde el primer día se sabe tu nombre y tú el suyo, aquella gente que estaba seleccionada por el Señor, UNO a Uno, para escribir con letra Eterna en la página más gloriosa de nuestra Semana Santa.

Caras de felicidad, abrazos enérgicos, ojos llenos y pletóricos…nuestros amigos estaban en la Calle y nosotros lo íbamos a hacer a las 19,15 horas.  La XII estación se preparaba para tomar su posición en el Vía Crucis Magno del Mundo Católico. Nada es por casualidad. Muchas veces la casualidad es caprichosa, pero la Divinidad desde luego que no. Cada uno de esos 70 hombres que forman la Cuadrilla de Expiración han recibido la llamada divina de Dios para ser sus Pies en un día lleno de Fe. Nada es casualidad.

¡Qué recuerdos me vienen a la cabeza! Un salón repleto de gente haciéndose su costal con mimo, costaleros concentrados revisando su trabajo tratando de aplacar los nervios, un silencio absoluto ante las últimas palabras antes de tomar la calle…tanto tiempo esperando ese momento y qué rápido se pasa…

Cuando el cielo presentaba ese color azul intenso propio de las tardes de Viernes Santo más gloriosas, las campanas de San Pablo replicaban por primera vez con fuerza. Expiración subía con entereza la dura cuesta para enfilar el Compás de San Pablo cuando  el rachear metálico de los costaleros dejó pasó a los primeros sones de “Expirando en tu Rosario”. Recuerdos de niñez, recuerdos de túnicas planchadas de dueños inmortales, recuerdos de personas que acaban de llegar, tradiciones heredadas, rezos que ascienden por los respiraderos, promesas cumplidas, imágenes de cielo azul mezclado con cirios encendidos colándose por los respiraderos, tardes de Viernes Santo…Silencio.

Ya en Córdoba y a las órdenes de “Venga de Frente”, el paso portado por 28 hombres de buena voluntad comenzaba a flotar como si de ruedas se tratara, llevándose consigo emociones contenidas durante tres largos y duros años. A la altura de la calle de la Feria, una cuadrilla joven portaba por primera vez a su Señor, la incredulidad se entre mezclaba con la admiración del trabajo bien hecho. “¿Han levantado ya? No, tal  vez el paso ha estado parado sin arriar todo este tiempo…”. Miradas cómplices y sonrisas contenidas.

Puerta del Puente. Expiración cumple con lo encomendado y representa la Décimo Segunda Estación del Vía Crucis de Juan Pablo II ante los ojos del mundo. Los sentidos están alerta, nada se puede escapar, cualquier imagen es única e irrepetible. Noto que el cuerpo me da señales continuas de sobrecogimiento ante un silencio absoluto roto por una voz de ultratumba. Jamás he vivido nada igual.

A la altura del Obispado, la dureza del recorrido hace mella en las cuadrillas, las fuerzas se van, pero la casta y la soberbia llegan.  Nadie les dijo que fuera fácil, pero su cuadrilla entró en la SIC mejor que al inicio de su largo relevo. La naturaleza del costalero es así de simple y de compleja a la vez.     

Los 18 pasos dispuestos en una de las naves centrales de la Catedral. Muy pocos fuimos los privilegiados de ver esa estampa. Coronación, Santo Sepulcro, Reina, Expiración, Caído, Sentencia, Ánimas, Rescatado, Descendimiento, Huerto, Pasión, Angustias, Estrella, Gitano, Humildad, Resucitado, Santa Faz, Amor…Pasear por aquella nave era el sueño de cualquier cofrade. Una vez concluida la Homilía, iban sonando cada uno de los 18 martillos con firmeza, provocando de nuevo, el más absoluto silencio y respeto.

Chicotá tras chicotá, el milagro iba tomando forma. Calle Lineros, Calle del Poyo, Corredera, Espartería…el recorrido de vuelta dejó estampas únicas. La soledad de las calles lejos de ser un inconveniente, recalcaba el recogimiento de un paso sobrio, elegante, a los sones de una banda espectacular y de un repertorio que estuvo a la altura del acto. 

Bien entrada la madrugada, el milagro se hizo definitivamente. El Señor de San Pablo reposaba en su templo mientras su Cuadrilla, Cirineos de Jesús dos mil años más tarde, iban repartiéndose abrazos sinceros tras un trabajo bien hecho.  Sus caras eran de cansancio pero la mirada, esa que llaman el espejo del alma, era pletórica por lo que acababan de vivir.

Cuando llegué a casa, tratando de no hacer ruido para no despertar a nadie, en la soledad más plena e íntima por todo lo vivido horas antes, comencé a desvestirme, dejando sobre una silla de cualquier manera la que era mi túnica ese día. En ese momento, me di cuenta de lo obediente que es mi cuadrilla, ya que les pedí que derrocharán ARTE Y FE, ARTE Y FE, y eso HICIERON…

Ángel Carrero 
Hermano de la Expiración

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