A SU CUADRILLA
Córdoba,
Octubre de 2.013.
Con Cariño y
admiración a todos vosotros.
Córdoba, Iglesia de San Pablo, 14 de Septiembre de 2.013 a
las 19:04. “Pararse ahí, abajo con ÉL. Señores, os pido por favor que recéis
por los que vamos por fuera para que os dirijamos con las palabras justas y
necesarias, nosotros le pediremos porque tengáis una buena Estación de
Penitencia y nadie se haga daño. Vámonos para la calle”. Me retiré del costero
izquierdo y levanté la mirada hacía el Compás con el paso dispuesto para hacer
la maniobra de salida, cuando vi un mar de gente sedienta que se agolpaba en la
puerta de San Pablo esperando beber esa agua Bendita de la Fe, algo que hacía
demasiado tiempo que no sucedía. En ese momento, retumbaron en mi cabeza unas
palabras que me dijo un buen amigo, con el aroma a Eternidad que desprendía el
altar de Nuestra Señora del Rosario como testigo “No veo el momento de ver como
se abren las puertas de San Pablo y ver a Córdoba esperándolo”. Y qué razón tenías…
Días atrás, Córdoba se iba vistiendo con sus mejores galas.
Entre los cristianos notábamos esa sensación de felicidad plena porque algo
dentro de nosotros nos hacía sentir que se estaba fraguando algo grande. Los
hoteles y restaurantes desafiaban a las predicciones meteorológicas reforzando
sus plantillas para atender una demanda nunca vista, más de 80 medios de
comunicación acreditados se hacían eco de este acontecimiento único, la demanda
de sillas del Recorrido Oficial se disparaba hasta colgar el cartel de “Entradas
agotadas”, multitud de turistas iban tomando la ciudad con sus maletas….Los
espectadores del 14S iban tomando forma.
Mientras todo eso ocurría en la calle, dentro de los templos
la actividad crecía silenciosa, ajena a todo. El viernes por la tarde, las 18
maravillas sacadas de las gubias del arte se disponían en sus respectivos
altares, esperando pacientes a reunirse con la Reina que da Vida en un lugar
único e incomparable. A media tarde, los templos se abrieron y un río de gente
inundaba todo aquello por donde pasaba, desde la otra orilla del río al
Zumbacón, parando donde vive la Reina Madre de Dios y Madre de Todos Nosotros.
Y por fin, llegó.
A la misma hora en el que el arte toma forma de capote y
espada, los costaleros del Señor cogían vestidos de Fe, cogían su costal para
dirigirse al Ayuntamiento. El cuerpo de capataces, tras un viaje convertido ya
en ritual (aunque con ligeros cambios en el recorrido por aquello del “Por si
acaso”), llegamos a San Pablo deseando ver a nuestra gente. Aquella gente que
me entregó todo desde el primer día, aquella gente que desde el primer día se
sabe tu nombre y tú el suyo, aquella gente que estaba seleccionada por el
Señor, UNO a Uno, para escribir con letra Eterna en la página más gloriosa de
nuestra Semana Santa.
Caras de felicidad, abrazos enérgicos, ojos llenos y
pletóricos…nuestros amigos estaban en la Calle y nosotros lo íbamos a hacer a
las 19,15 horas. La XII estación se
preparaba para tomar su posición en el Vía Crucis Magno del Mundo Católico.
Nada es por casualidad. Muchas veces la casualidad es caprichosa, pero la
Divinidad desde luego que no. Cada uno de esos 70 hombres que forman la
Cuadrilla de Expiración han recibido la llamada divina de Dios para ser sus
Pies en un día lleno de Fe. Nada es casualidad.
¡Qué recuerdos me vienen a la cabeza! Un salón repleto de
gente haciéndose su costal con mimo, costaleros concentrados revisando su
trabajo tratando de aplacar los nervios, un silencio absoluto ante las últimas
palabras antes de tomar la calle…tanto tiempo esperando ese momento y qué
rápido se pasa…
Cuando el cielo presentaba ese color azul intenso propio de
las tardes de Viernes Santo más gloriosas, las campanas de San Pablo replicaban
por primera vez con fuerza. Expiración subía con entereza la dura cuesta para
enfilar el Compás de San Pablo cuando el
rachear metálico de los costaleros dejó pasó a los primeros sones de “Expirando
en tu Rosario”. Recuerdos de niñez, recuerdos de túnicas planchadas de dueños
inmortales, recuerdos de personas que acaban de llegar, tradiciones heredadas,
rezos que ascienden por los respiraderos, promesas cumplidas, imágenes de cielo
azul mezclado con cirios encendidos colándose por los respiraderos, tardes de
Viernes Santo…Silencio.
Ya en Córdoba y a las órdenes de “Venga de Frente”, el paso
portado por 28 hombres de buena voluntad comenzaba a flotar como si de ruedas
se tratara, llevándose consigo emociones contenidas durante tres largos y duros
años. A la altura de la calle de la Feria, una cuadrilla joven portaba por primera
vez a su Señor, la incredulidad se entre mezclaba con la admiración del trabajo
bien hecho. “¿Han levantado ya? No, tal
vez el paso ha estado parado sin arriar todo este tiempo…”. Miradas
cómplices y sonrisas contenidas.
Puerta del Puente. Expiración cumple con lo encomendado y
representa la Décimo Segunda Estación del Vía Crucis de Juan Pablo II ante los
ojos del mundo. Los sentidos están alerta, nada se puede escapar, cualquier
imagen es única e irrepetible. Noto que el cuerpo me da señales continuas de sobrecogimiento
ante un silencio absoluto roto por una voz de ultratumba. Jamás he vivido nada
igual.
A la altura del Obispado, la dureza del recorrido hace mella
en las cuadrillas, las fuerzas se van, pero la casta y la soberbia llegan. Nadie les dijo que fuera fácil, pero su
cuadrilla entró en la SIC mejor que al inicio de su largo relevo. La naturaleza
del costalero es así de simple y de compleja a la vez.
Los 18 pasos dispuestos en una de las naves centrales de la
Catedral. Muy pocos fuimos los privilegiados de ver esa estampa. Coronación,
Santo Sepulcro, Reina, Expiración, Caído, Sentencia, Ánimas, Rescatado, Descendimiento,
Huerto, Pasión, Angustias, Estrella, Gitano, Humildad, Resucitado, Santa Faz,
Amor…Pasear por aquella nave era el sueño de cualquier cofrade. Una vez
concluida la Homilía, iban sonando cada uno de los 18 martillos con firmeza,
provocando de nuevo, el más absoluto silencio y respeto.
Chicotá tras chicotá, el milagro iba tomando forma. Calle
Lineros, Calle del Poyo, Corredera, Espartería…el recorrido de vuelta dejó
estampas únicas. La soledad de las calles lejos de ser un inconveniente,
recalcaba el recogimiento de un paso sobrio, elegante, a los sones de una banda
espectacular y de un repertorio que estuvo a la altura del acto.
Bien entrada la madrugada, el milagro se hizo
definitivamente. El Señor de San Pablo reposaba en su templo mientras su
Cuadrilla, Cirineos de Jesús dos mil años más tarde, iban repartiéndose abrazos
sinceros tras un trabajo bien hecho. Sus
caras eran de cansancio pero la mirada, esa que llaman el espejo del alma, era
pletórica por lo que acababan de vivir.
Cuando llegué a casa, tratando de no hacer ruido para no
despertar a nadie, en la soledad más plena e íntima por todo lo vivido horas
antes, comencé a desvestirme, dejando sobre una silla de cualquier manera la
que era mi túnica ese día. En ese momento, me di cuenta de lo obediente que es
mi cuadrilla, ya que les pedí que derrocharán ARTE Y FE, ARTE Y FE, y eso
HICIERON…
Ángel Carrero
Hermano de la Expiración
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