sábado, 16 de abril de 2011

Viernes de Blanco y Negro

Blanco y negro son los colores que mejor describen al Viernes de Dolores. La plaza más blanca de Córdoba, la de Capuchinos, encierra entre sus muros el negro servita de la Virgen de los Dolores. La blancura de la plaza tiene algo, mucho, de camposanto. Es un calvario horizontal en el que se clava la roca del Cristo de los Faroles. Su forja negra, erguida y sarmentosa, desafía la esplendorosa luz blanca de los muros.
Desde primeras horas de la mañana, la plaza se puebla de fieles a la cita con la Virgen. La gente fluye incesante, produciéndose en la hospitalaria iglesia de San Jacinto una cálida temperatura de rezos a la Virgen.
Viernes de Blanco y NegroLa silueta triangular, geométrica, de la imagen concita las miradas y la atención. Vestía el terno del obispo Alburquerque, de 1864. Luto riguroso y lujo severo de los Austrias. Signos pasionistas y bordados vegetales en oro y cartulinas. En la saya, el cordero apocalíptico sobre el libro y los siete sellos. El corazón, de plata y puñales, latía estremecido sobre el cartón de estómago, triángulo estilizando la cintura dieciochesca de la efigie.
La diócesis honró a la Dolorosa con la «misa de once» oficiada por el obispo Demetrio Fernández. Frente al altar, a los pies de la iglesia, los ancianos del hospital. Día grande en San Jacinto en el que los residentes del antiguo sanatorio encarnan buena parte de los Dolores de los que Santa María entiende, sabe y consuela: la soledad, la enfermedad, el desarraigo, el miedo… Dolores a los que Ella asiste con la Clemencia que mana en agua viva del costado de su Hijo.
Entre las yeserías del camarín, como una nube arquitectónica de volutas y espejos, el blanco otra vez, como concha de nácar, envolviendo el negro terciopelo. Gladiolo blanco, espumoso en las jarras, rosas blancas a los pies de la Señora sobre su peana retablo… y la luz, cera alzada en plata cincelada perfumando de abeja una atmósfera de incienso.
Susurros de plegarias cursaban por la nave de la iglesia como arroyos sedientos de un caudal abundante. Admiración, peticiones, promesas, lágrimas de gozo, lágrimas de angustia… Lágrimas y catarsis. Purificación del alma que se sosiega enjugando el llanto en su pañuelo de lino.
Desnudo, el Crucificado de la Clemencia participaba del rito. La cabeza inclinada, su carne blanca, demacrada por la muerte negra, hacía olvidar que afuera, en la plaza, la luz siguiera encendiendo de blancor al mes de Abril y sus fachadas.
«Vía Matrix», a las diez de la noche se iba poniendo fin a un día denso y a sus ritos. Ritos, no por conocidos, menos deseados. No por previsibles, menos esperados; no por repetidos, menos novedosos. La «Vía Matrix» en los Dolores es una plegaria por la vida. Con esta oración se va poniendo fin al Viernes de Dolores.
Paz y Sangre
Con las puertas del Convento de Capuchinos de par en par, en el mismo umbral del templo y a la altura del pueblo, la Virgen de la Paz extendía sus manos, portadoras de olivo, al beso de sus devotos. Cientos de besos amantes recibió la Dolorosa de Cerrillo en su mano blanca. Entre esos besos hubo dos que llevará especialmente en su estación del Miércoles, el de José Campos, decano ejemplar de los nazarenos cordobeses, y el beso que desde lejos le dio su siempre capataz, Rafael Muñoz. A ellos se sumará el de José Gálvez, antiguo hermano mayor recientemente fallecido.
Por si fuera poca intensidad, la otra cofradía capuchina, la antes cisterciense del Cristo de la Sangre, ofrecía a la veneración en la nave procesional del convento a sus imágenes. El Viernes de Dolores tiene en el ambiente la dulzura de las vísperas, de lo que se espera con emoción y deseo, es un día que predispone el apetito del alma a alimentarse de la Belleza de la Semana Santa en todas sus manifestaciones.
Trinitarios y Vía Crucis
En los Trinitarios, el Santísimo Cristo de Gracia esperaba a sus devotos en besapies. El Crucificado, tendido y casi horizontal al suelo, extendía sus enormes extremidades de Gracia divina sobre el madero como radios tangentes al diámetro circular de la cúpula. Las yeserías suspendidas eran baldaquino redondo para el Gigante Trinitario. Su humilde cuerpo de cañaheja azteca contradecía la inmensidad y alcance de su Gracia omnipotente. Por eso el Esparraguero suscita ese clamor y entusiasmo de un pueblo que se siente amparado por su inmensidad. Y es que el Viernes de Dolores tiene un aire de ensayo general. Sus 24 horas son escasas. Vía crucis popr doquier. El Viernes de Dolores empezó blanco en Capuchinos. La luna llena lo tiñó de un suave azul, mientras se desgranaban las últimas avemarías ante la Virgen de los Dolores.
FUENTE: ABC

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