viernes, 15 de marzo de 2013

La Virgen del Rosario bajo su palio


Parece que es imposible contenerla. El olor de la cera recién fundida aún permanece entre los bancos, entre los altares de San Pablo y ya, hasta parece que huele a azahar y rosas. Parece que todo está dispuesto y aún queda tanto. Pero parece que es imposible contenerla. Parece que ya está pidiendo saetas y lagrimas y piropos, como cualquier mozita que se pone sus mejores galas para acompañar a sus hermanos. La Virgen del Rosario ya está bajo su palio, con su manto, con esa saya roja con la que nunca antes la hemos visto en la calle. Y parece que es imposible contenerla.

Cuando hoy, en su iglesia de San Pablo se rece el Santo Via Crucis, y Ella luzca con toda su candelería encendida, con el famoso manto de los marfiles, con aquella corona de oro que siglos de devoción al Santo Rosario la hicieron merecedora, parecerá imposible contenerla aún catorce días más. Los catorce días que faltan para que, a la caída de la tarde, nos examine del amor, como nos dijo San Juan de la Cruz. Y hoy, parece que se nos hace imposible contenerla aun todos esos días sin que la luz de esa tarde se entrelace por los cirios y varales, entre el pañuelo y los rosarios. Es imposible contenerla porque ya está pidiendo piropos, y suspiros, y llantos, y rezos de Viernes Santo.
Y se nos hace imposible contenerla porque parece que la están empujando a la calle las palabras del Obispo Cirarda en su bendición, o las puntadas de Madre Sagrado Corazón bordando el manto, o parece que son las manos dibujantes y las palabras vociferantes de Fray Ricardo, deshaciéndose en piropos hacia ella. Parece que son todos y cada uno de los que han hecho posible el milagro de este palio, los que la empujan hacia la luz del compás de San Pablo. Y así, tal cual está, cualquiera es capaz de frenarla.
Parece que es imposible contenerla porque, cuando está en San Pablo, sola, con el carillón endulzándole esa amarga soledad, con la sacra conversación que parece tener con el Beato Posadas, cuando está el palio colocado en la iglesia, allí también, en esa intimidad, sigue irradiando la majestad, el imperio, la sacralidad, la catolicidad mariana que desprende esta bendita imagen. ¿Qué tendrá la Virgen del Rosario que es imposible contenerla en San Pablo cuando ya está bajo su palio?

Rafael Cuevas.




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